“¿qué tendrá el fútbol?”.
Este verano no será como el de otros años.
En numerosas ocasiones me he preguntado ¿qué tendrá fútbol para levantar tantas pasiones?, creo que todos lo hemos hecho alguna vez.
Tanto, gane mi equipo, o pierda, máxime si el encuentro ha sido intenso o muy disputado, suelo reflexionar sobre lo contento o enfadado que me siento a su término. No doy crédito cuando recuerdo los comentarios y reacciones que, impulsivamente, he tenido durante las dos horas en las que, dejándome llevar, le he dedicado en exclusiva a algo que, coincidiendo seguramente con la gran mayoría de vosotros, me repito después, “pero si esto no me da de comer”, “ni me saca de nada”, ¿a qué me pongo tan nervioso?, ¡seré idiota!
Es algo inexplicable y aun siendo plenamente consciente de ello, debo reconocer que el fútbol es un deporte que me causa este efecto de padecimiento, sufrimiento, emoción y arrebato, todo ello sumido en una total abstracción durante ese breve periodo de tiempo que, en muchas ocasiones, llevas esperando y agendando durante días y días.
El fútbol vincula, altera y adapta agendas oficiales, institucionales, de trabajo, familiares e incluso las litúrgicas o de culto; he sabido de procesiones y actos ceremoniales que han sido convocados expresamente para no coincidir con grandes partidos.
¿Qué tendrá el fútbol?
Pero si, encima, juega la selección…; ¡bueno! …, entonces estamos hablando de “palabras mayores”.
Cuando juega “la roja”, su efecto e impacto social es incluso mucho mayor, ya que, a todos esos sentimientos de sana rivalidad, se le une un profundo sentido patrio que hace que todos los españoles; aquí da igual ser del Atleti como yo, o del Madrid, del Bilbao o del Málaga, aquí ¡todos somos y vamos con España!
Este verano, ¡somos Campeones de Europa!, y lo recordaré como uno de los veranos más entrañables de mi vida; gracias al puñetero fútbol.
Cada partido, lo vi en mi casa, rodeado de decenas de personas a los que se les ocurrió que este lugar era el mejor, para seguir la Eurocopa y de paso cenar eso a lo que ellos llaman “un picoteo”. El “picoteo” era una cena absolutamente caótica, sin orden, ni protocolo o respeto a la mesa, con servilletas, vasos y platos rojos y amarillos, esos de usar y tirar, banderas y bufandas por todas partes, y, como no, con los estruendosos toques de trompeta en cada buena jugada de nuestros héroes y también en las faltas que nos hacían o “injustas” decisiones arbitrales. Comentarios, gritos y barbaridades de todo tipo se dijeron esos maravillosos días, recordando muy especialmente las de la semifinal del 9 de julio, coincidiendo con mi 55 cumpleaños. El culmen, la increíble final del 14, donde nos proclamamos justos campeones.
A mis 55 años, tengo que decir que me rindo a cualquier intento reflexivo de contestar ¿qué tiene el fútbol?, me rindo y me uno a los que ya lo sabíais.
El fútbol, a muchos, no nos saca de nada, es verdad, pero consigue algo mágico e increíble que, además, sólo lo hace él.
¡El fútbol, une!
Esos días, en mi casa, en medio de ese caos y emoción de vez en cuando, miraba a mi alrededor y observaba a mi familia, mis 4 hijos, sus amigos, mis vecinos y mis compañeros de la Peña del pueblo. Personas de todo tipo, con edades comprendidas desde los 5 añitos a los 55, yo era el mayor, con identidades, ideas, y opiniones dispares, pero en definitiva muy buena gente. Ese día, el de la final, todos más unidos que nunca, todos felices por un momento olvidamos, gracias al fútbol, nuestros problemas y el día de trabajo que nos esperaba en pocas horas, alguno se levantaba a las cuatro de la mañana, olvidamos lo malo y esa inconsciencia, en los tiempos que corren, es sana y necesaria.
Mi mujer y yo fuimos los anfitriones de este pequeño grupo, pero también fuimos testigos del poder de este maravilloso deporte, donde compartimos unos días y unos instantes increíbles con nuestros hijos y amigos, donde por un momento fuimos todos una gran familia; esto es lo que tiene el fútbol, capacidad y poder para unir a las personas.