El año pasado despedía al 2020 sin ninguna añoranza, muy al contrario, deseando olvidar su negativo y doloroso recuerdo, titulando aquella columna “Nada se ha cumplido”.
El principal culpable: el COVID19.
También me atrevía a augurar un 2021 lleno de oportunidades y nuevos e ilusionantes proyectos rebosantes de vida y fuerza, aludiendo al impulso que nos daría la Intercooperación, fundamentalmente entre los países miembros de la Unión Europea, asistiendo a una recuperación económica potente y cierta de nuestro país.
Pero, al igual que ninguna sociedad estaba preparada para enfrentarse a una crisis sanitaria inédita en el mundo moderno, ha quedado de manifiesto que, en España tampoco lo estábamos para abrazar y recibir el botín de la victoria.
En cuanto hemos tenido la más mínima oportunidad, y como era de esperar, aun no habiendo vencido definitivamente a esta maldita pandemia, la contundente respuesta y reacción de la sociedad española, demandando y consumiendo servicios y productos de todo tipo, ha dejado al descubierto nuestra frágil estructura productiva y formativa, pero sobre todo, nuestra incapacidad para prever una calibrada estructuración y evaluación, siendo sin duda lo peor, el suspenso clamoroso en materia de gestión.
Esta situación, para un profano como yo, es difícil de evaluar, ya que, por un lado, podemos y debemos ser optimistas ante la recuperación del consumo y la demanda en el sector servicios, en el sector de la construcción, la industria del automóvil y en el sector tecnológico; pero, por otro lado, preocupa y mucho, la más que evidente, imposibilidad de responder a esa ilusionante demanda.
En España somos líderes mundiales en materia de turismo, servicios, construcción y en energías renovables, éstas últimas, poco explotadas para nuestra desgracia, pero tenemos grandes carencias productivas en otras materias y sectores, convirtiéndonos así en un país muy dependiente de los suministros y pactos comerciales con otras naciones líderes en tecnología, industria automovilística, minería, siderurgia, petróleo, gas, etc.
No hace falta ser un experto en economía internacional para saber que existen serias e inéditas carencias en las cadenas de suministro a nivel mundial que desestabilizan a su vez el ritmo de producción y agotan en un plazo, nunca visto, el stock, de un mundo cada vez más globalizado y por lo tanto, absolutamente interdependiente.
En España, este atasco comercial, y escasez de mano de obra experimentada, incide y afecta con fuerza en muchos sectores, pero cuando lo hace sobre uno de los grandes pilares productivos, como es el de la construcción, genera automáticamente una inseguridad e incertidumbre en el cálculo de los costes de ejecución material, también, en nuestros proyectos inmobiliarios que, aun habiendo demanda y mercado para impulsarlos, puede llegar a impedir la viabilidad económica y financiera de los mismos.
Asistimos, pues, a un momento de sequía productiva y contradictoriamente a uno de los más capacitados económica y financieramente de las últimas décadas; pero es que además, Europa a través de sus famosos fondos y recursos públicos del Plan de Recuperación o más conocidos como Next Generation UE ha puesto en el mercado el mayor paquete de estímulo financiero plurianual 2021-27 jamás conocido en la UE, con un montante total de casi 807.000 millones de euros que tendrán que gestionar y consumir sus países miembros en dicho periodo.
Por todo lo cual, y a pesar de todo lo negativamente expuesto anteriormente, me quedo definitivamente con el apasionante y renovador año 2021, alegrándome de no haberme equivocado en aquella columna que Metros2 tuvo el detalle o el atrevimiento de publicarme el año pasado.
Me despido, recibiendo con los brazos abiertos al 2022, deseando vivir el 2022, deseando formar parte del 2022, deseando hacer grandes cosas en el 2022 y deseando a todo el mundo, a todos los españoles, pero en especial a nuestros compatriotas de La Palma, a pesar de sus desgraciadas pérdidas, una Feliz Navidad y próspero, ¡¡seguro que próspero, año 2022!!