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No supimos ver.

Las prioridades de la gente y las necesidades de la sociedad cada vez se manifiestan con más fuerza y rotundidad, generando reacciones muy rápidas y de gran sentido práctico, en virtud de los acontecimientos que impactan sobre ella.

Es el caso del que hoy quiero hablaros. Nunca en España y en todo el mundo, la sociedad se había visto obligada a vivir en cautiverio, y por lo tanto las necesidades habitacionales de las familias y las redacciones de los planeamientos urbanísticos que los acogían, eran otros.

El reparto del preciado Suelo, y los Sectores, barrios y parcelas resultantes que de él se desprendían se diseñaban atendiendo las tendencias del mercado de consumo, que, en una gran parte, al menos en el área de vivienda, no obedecía a la demanda real del ciudadano, pues no nacían fruto de la consulta ciudadana.

Los grandes y pequeños proyectos urbanísticos o inmobiliarios debían cumplir con la principal premisa de toda cuenta de resultado, ser rentable. Ello obliga a agotar las ocupaciones máximas de parcela, macizando incluso la totalidad del suelo y por supuesto, las edificabilidades de todos sus usos admitidos en su ficha técnica (residencial, terciario comercial, dotacional, aparcamiento privado, público, etc.), en perjuicio, evidentemente, de los espacios de zonas verdes comunes privativos, equipamientos deportivos, recreativos y servicios comunitarios, salas de reuniones colectivas, solarios, terrazas, en fin, todos aquellos elementos de convivencia con los que millones de viviendas en España, no cuentan, y que dadas las circunstancias que hoy hemos tenido que soportar, sus usuarios hubieran dado o pagado lo que fuera, por poder disfrutar en compañía de sus familias de estos desapercibidos y poco valorados espacios.

Familias que se han dado cuenta de que su vivienda no era tan perfecta como ellos creían, hogares integrados en grandes grupos de edificios y barrios que no atendían normas básicas de ventilación, soleamiento, esparcimiento y zonas comunes, fundamentales para garantizar la obligada convivencia familiar o la integración social entre barrios que tanto defendemos.

No supimos ver, hasta hoy, que vivíamos más fuera de casa que dentro de ella, y por eso nunca quisimos valorar y mucho menos pagar, conceptos, elementos, espacios, y servicios tan preciados hoy, pero, tan olvidados ayer, que nos ha cogido a meda España desprovistos de ellos.

Tengo que decir, que los proyectos cooperativos, tanto los nacidos del impulso y desarrollo de un sector urbanístico, como a través de la puesta en carga de una parcela urbana finalista consolidada en centro de una ciudad, tiene unos tintes diferentes, muy diferentes a otros tipos de proyecto.

El movimiento cooperativo respeta y practica la consulta colectiva entre sus socios, que son los que deciden, cumpliendo rigurosamente el marco normativo, cómo se reparten los elementos, usos y espacios comunes que consumirán sus proyectos y que ellos, como promotores y usuarios de las viviendas disfrutaran en el futuro durante muchos años, habiéndose adelantado a su tiempo y a las necesidades que hoy se imponen.

Las necesidades y prioridades de la sociedad para acceder a la vivienda han vuelto a cambiar, es verdad que pagando por la lección un precio muy caro, si, pero que espero que todos los políticos, profesionales, y empresas vinculadas al sector, hayan sabido anotar, para después aprobar con nota alta.