“Yo no conozco al Sr. del Pino”.
Le he dado muchas vueltas a la cabeza, antes de escribir esta intrascendental columna de opinión, pero al final, y lo digo con total sinceridad, dada la poca importancia que nadie le debería dar a una “opinión” de un ciudadano más como yo, me dispongo a darla y mojarme sobre un acontecimiento que ha removido al “Sector de la Construcción”, pero que ha impactado mediáticamente en el ámbito político, económico y también en lo social.
Quiero referirme al anuncio que Ferrovial, una de nuestras empresas bandera, ha hecho tras decidir su Consejo de Gobierno elevar a su Junta de Accionistas la conveniencia de trasladar su sede a Países Bajos.
Las primeras reacciones que, bajo mi humilde punto de vista, han podido ser motivadas por sólo leer los titulares, las comparo con esa otra gran marca española creada siete años antes que nuestra protagonista, en 1945 por dos cuñados barceloneses, Ventura y Ferrero, y que todos conocemos, llamada “Cola Cao”; es decir, considero que han sido reacciones “instantáneas” que liberadas en “frio” dejan muchos, pero muchos “grumitos”.
Que no se me malinterprete, no quiero chacotear con este asunto tan serio, pero no puedo evitar ver una “crítica fácil” en todo lo que concierne a una toma de decisión empresarial que, no por impactante, deja de ser legitima y con toda seguridad, sustentada por poderosas razones.
Desde luego, lo que no me creo, es que una de las empresas constructoras más reconocidas a nivel internacional, fundada en 1952, haya tomado esta decisión, motivada por una pataleta de su Presidente Rafael del Pino; también me genera rechazo y mucha preocupación el laudo condenatorio, con tintes ideológicos y populistas, que los autoproclamados árbitros de un conflicto, quizás inexistente, dirigen personalmente hacia este señor.
Yo no conozco al Sr. del Pino, no creo que le llegue a conocer nunca, tampoco Ferrovial, en las más de 3.000 viviendas de obra nueva que ha gestionado y entregado mi familia o despacho profesional, me ha construido ni una sola de ellas, respondo de estos datos. Lo recalco, para que nadie piense que defiendo la posición de un amigo o de una empresa con la que trabajo o trabajé en el pasado.
Ahora que por fin, la RAE le devuelve la tilde al adverbio “sólo” y nadie, por lo tanto, puede confundir mi siguiente mensaje con una frase adjetivada, aprovecho para aclarar que, sólo pretendo ser justo diciendo que Ferrovial no ha llegado, donde ha llegado, por la vía de las subvenciones, prebendas, tratos de favor, o atajos inconfesables; más bien creo, que si está a punto de cotizar en la bolsa de New York es por méritos propios, y que ello, debería de llenarnos de orgullo al tratarse y al seguir siendo, a todos los efectos, una empresa española. Nadie duda de que Fiat es una empresa italiana, y está, exactamente, en esta misma situación.
No quiero imaginar, lo que debe ser, asumir la presidencia de una empresa de estas magnitudes, la presión y el nivel de responsabilidad que a su vez le exigen sus miles de trabajadores, miles de pequeñas y medianas empresas españolas que de ella dependen, todo ello, sin dejar de defender los intereses de su Junta de Accionistas y sin parar de crecer, conquistando y compitiendo en mercados internacionales con la marca España.
La información rigurosa y veraz, debería ser lo primero que, cualquiera de nosotros se procurase antes de opinar instantáneamente y en frio, a no ser que le gusten los grumitos.
Dije que me mojaría…