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“Qué día tan bonito fue ayer”.

Ayer domingo asistí a la ceremonia de graduación de mi hijo Samuel, o “Samu” como le conocen, y a la de toda su pandilla en la Universidad Europea de Madrid.

Fue un acto muy emotivo donde todos los padres y amigos que, como invitados al acto acompañábamos a tantas jóvenes promesas, compartimos un sentimiento común, una sensación, una emoción que solo se percibe si se trata de orgullo.

Orgullo de ver como tantas chicas y chicos se sentían por primera vez importantes, eran, sin duda, los protagonistas de esta película que se llama “Vida”, sus vidas llenas de ilusiones, planes de futuro, cargadas de esperanza y rebosando inocencia y felicidad.

Se nos hacen mayores y veo en todos ellos el futuro de nuestro país. Un futuro prometedor que gracias a nuestro sistema educativo y las grandes universidades públicas y privadas que se encargan de formar a nuestros hijos, puedo albergar la esperanza de que España seguirá adelante con personas y profesionales con los conocimientos técnicos necesarios para hacerle más grande y competitivo.

Sin embargo, ayer de lo que me di cuenta, tras escuchar emocionado el cariñoso y cercano discurso de sus profesores y rectores,fue del altísimo grado de moralidad y compromiso ético que durante estos años les han inculcado a todos sus alumnos, palabras llenas de civismo y de valores que pretenden forjar a la “persona” por encima de todo; la bondad y la rectitud, frente a la perversidad y la flaqueza.

“Yo titulado/a de la Universidad Europea, en el día de mi graduación, me comprometo, ante vosotros y ante la sociedad, a ser un profesional honrado y a tener un comportamiento ejemplar”

Así comienza el compromiso que todos, autoridades académicas y alumnos pronunciaron ante cientos de personas.

La “fe empeñada” como definía mi bisabuelo y académico de la RAE Julio Casares Sánchez el término “compromiso” continuó hablando de “generosidad”, “dignidad”, “códigos deontológicos”, “integridad”, “verdad”, “convivencia”, “tolerancia”, “justicia”, “libertad”, “derechos humanos”, y termina diciendo, “Desde hoy y para siempre, junto a mis compañeros de la Universidad Europea, como universitario, como profesional, como ciudadano, colaboraré con pasión para construir un mundo mejor”

Pues bien, en medio de tanto orgullo y alegría, os juro por Dios que no pude evitar pensar en todo lo que está ocurriendo en nuestro ámbito político, en las noticias y escándalos con los que los españoles nos levantamos a diario; no pude evitar pensar, qué lástima de país, que no nos merecemos la traición y amoralidad de tantos y tantos cobardes que se aprovechan de un sistema democrático, que se aprovechan de la bondad y legitimidad de nuestra Constitución para afrentar e infamar sus propios juramentos, no pude evitar pensar y preguntarme ¿en dónde habrán estudiado esta panda? en la Europea, seguro que no; pero sea donde sea, no pude evitar pensar en la vergüenza y la desilusión que hoy deben sentir los maestros y educadores de tan deshonrosos personajes.

Que día tan bonito fue ayer.