“sin pena, ni gloria”.
Queridos amigos, me dispongo a escribir mi columna de opinión de enero y me digo a mi mismo, “¡año superado!, ¡vamos a por el 24!”.
Hay veces que, sin abandonar la autocrítica, hemos de repasar los resultados obtenidos con espíritu positivo, evitando caer en un derrotismo destructivo que no conlleva a nada, y que sólo satisfaría a los que te quieren ver fracasar, bien a ti, o a los proyectos que impulsas.
Por ello, cuando me veo aquí, comenzando un nuevo ejercicio repleto de retos, de nuevos y ambiciosos proyectos sociales y sobre todo, con la ilusión y las ganas de luchar por ellos, intactas y renovadas, me digo, ¿no lo habremos hecho tan mal, no?
Como es normal, son muchas las cosas que nos ocurren y pasan a lo largo de un año, sobre todo cuando te expones y arriesgas. Yo, en esto, lo tengo claro, prefiero ejercer mi humilde cargo y limitadas responsabilidades mojándome e intentando mejorar mi entorno y las vidas de los que en él se encuentren, a, hacer que hago, pero sin hacer nada. Siento el trabalenguas, pero es la manera más delicada y fina con la que describo la zafia estrategia y aún más medrosa actitud de muchos servidores públicos o altos cargos de compañías influyentes que pasan por sus sillones, sin pena, ni gloria, pero con la falsa y efímera seguridad que les proporciona su vergonzosa inacción.
Y digo efímera, porque a lo largo del año 2023 he visto desfilar a muchos y muchas que, ni están, ni se les espera en el 24, habiendo desaprovechado una ocasión única para dejar una huella, que sirviera de inspiración y ejemplo para que otros la pudieran replicar.
No ejercer, no asumir, no comprometerse, en definitiva, ¡no aportar!, tiene los días contados y nadie te recordará por ello.
En el 2023 me he llevado muchas decepciones de este tipo, pero he de reconocer que también sigo tratando y he conocido a grandes personas que son la versión opuesta, es decir, son “responsables” con todas las letras de este adjetivo, sin confundirlo con un vulgar y empaquetado sustantivo.
Desde 1957, CONCOVI continúa cumpliendo con su Función Social, sigue defendiendo su código y todo aquello que inspiró su fundación a mi querido y respetado mentor, D. Alfonso Vázquez Fraile y que no es otra cosa que la de intentar mejorar la calidad de vida de las familias españolas o las comprometidas y arraigadas en nuestro precioso país, facilitándoles el acceso a una vivienda digna y adecuada.
El movimiento social, no deja indiferente a nadie, y a veces a sus representantes les toca alzar la voz y decir lo que nadie se atreve, pero creo que este camino, a menudo lleno de obstáculos, es preferible hacerlo solo, que mal acompañado.
El camino, también te ayuda, si bien tras haber recorrido mucho tramo, a reconocer al buen, y al mal compañero de viaje, asunto no menor, si consideramos que al final de éste llegarás sólo con los mejores y más comprometidos.
CONCOVI continúa su camino, imparable y seleccionando e identificando a sus amigos, manteniendo las puertas siempre abiertas a todo aquel que comparta su espíritu y esté dispuesto a ser recordado.
Gracias D. Alfonso por tu legado.